
Era una de sus primeras salidas nocturnas y disfrutaba bailando como una loca encima de unos altavoces que había en el pub, y claro, suma vestidito corto, bailar en un lugar elevado y chicos alborotados por las hormonas: éxito seguro. Ese fue el día que conoció al Chupa-chups, que en esa época ya estaba estudiando la carrera. Los comienzos son confusos. Por lo visto durante el primer año de noviazgo, los amigos de él la estuvieron vacilando hasta que el Chupa-chups tuvo las narices necesarias para confirmarle lo que todo el mundo comentaba, que la había puesto lo cuernos a los 15 días de empezar a salir. Todo esto me lleva a sacar dos conclusiones:
- Ella cuenta como que empezaron a salir desde la primera vez que le rozó la mano, digo yo, por no decir cuando le dijo que estudiaba para ingeniero y debió pensar: "a este le agarro y no le suelto".
- Para él era un rollo más, y en cuanto se le cruzó otra aprovechó la oportunidad. Pero no contaba con que la petarda, era mucha petarda, y cuando se la metía algo entre ceja y ceja, estabas perdido.
Tras estos confusos momentos, ella tomó las riendas de la relación, y él, se dejaba llevar. Pero lo de que le hubiese puesto los cuernos a los 15 días de haber empezado a salir se le quedó grabado a fuego en la memoria y cada dos por tres lo saltaba. Por ejemplo cuando no le dejaba salir con los amigos solo, o cuando le cogía el móvil y le borraba los números de teléfono de chicas a las que ella no conocía, o cuando le montaba un pollo porque le había pillado un mensaje sospechoso en el móvil... (porque, cada cierto tiempo le hacía "controles sorpresa" en el móvil, a veces con él delante que no podía más que aguantarse y muchas veces a escondidas). Su justificación para estos celos enfermizos era que la había puesto los cuernos a los 15 días de haber empezado a salir y había permitido que sus amigos se riesen de ella durante un año y que eso no se la iba a olvidar en la vida. Y yo la decía: "chica, pues una de dos, o lo dejas con él o lo olvidas y sigues adelante" pero nada, ella seguía erre que erre. Claro, no iba a soltar a la presa, con lo que le había costado y el tiempo y demás que había invertido.
