Llevo un par de semanas llegando al fin de semana a duras penas, arrastrándome martes, miércoles, agonizando el jueves, para sobrevivir al viernes y con ganas de que el sábado y el domingo no acaben nunca, para volver a empezar el lunes. Lo malo es que los fines de semana no han sido tranquilos precisamente. Todavía estoy esperando uno de esos, en el que pasar del sofá a la cama y de la cama al sofá, con algún momento en que comer algo a deshora, y no quitarme el pijama-chandal en tol finde, ni duchas ni nada, ¡a lo guarro!, ¡a vegetar! Y luego llegar al domingo con tal exceso de horas de sueño, que no te entra el mismo hasta las tantas, y cuando por fin logras pillar a morfeo, ven pacá cabroncete, suena el pi, pi, pi... aggggg...
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